Se forma la tormenta sobre la Sierra de Periate y rápidamente evoluciona en dirección al Cerro Jabalcón, donde por cierto se celebra la romería de la Virgen de la Cabeza.
Con el primer relámpago y un trueno que me dejó helado comenzaron los juegos. Como un resorte inicio la vuelta al coche que lo tenía a poco más de 40 minutos andando, pero con la fatiga apenas si pude mejorar el tiempo; eso si, la amenaza de que la tormenta se ocupase también del área por donde transitaba no me dejaba detenerme para coger algo del aire que me faltaba a cada paso.
Las cortinas de agua marcaban la línea de avance de la nube tormentosa y el retardo en los truenos indicaba que poco a poco el peligro de un remojón se alejaba.
Los truenos y, cuando me volvía, la visión de la chispa eléctrica cayendo sobre los cerros no me quitaba la angustia de verme completamente desprotegido, sin paraguas, ni chubasquero, sólo me quedaba, en caso de un remojón, meter la cámara en una bolsa de plástico que siempre llevo para ocasiones como la que me ocupaba.
Finalmente la nube tocaba techo en el cielo y se abría a gran altura un magnífico yunque. Para entonces ya estaba recuperando el aliento en el cobijo del coche y agradecido por no haberme mojado. Cosas que pasan por dejar el equipo en el coche y evitarme el cargar con el mismo. Siempre se aprende algo, aunque cuando la señales en el cielo son tan evidentes, lo que hay que tener es más cabeza y menos cabezón.
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