Circular con la bici aquí, cuando la niebla apenas deja ver más allá de unas decenas de metros, es realmente mágico. La niebla esconde la historia de la gran obra con la que podrían haberse llevado el agua de estas tierras después de más de cuatro siglos de intentos. Pensando en la persistente sequía que va y viene, con los cálculos definitivamente erróneos, al menos nos libramos bien, aunque la cicatriz, imborrable, es un recordatorio.
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