He tenido la suerte de conocer este "chopo", disfrazado para no serlo, en otros tiempos y eso me hace pensar que empiezo a formar parte de la historia de esta tierra. Su apariencia entonces vigorosa, la de hace ya algunos años -los buenos tiempos-, no presagiaba el final tan cercano, y máxime cuando tenía disponible lo preciso para continuar una existencia más que asegurada en medio de cultivos y junto a una de las acequias principales. Esmochado como aquel "hendido por el rayo", también le llegó la primavera tardía que luego, en poco tiempo, ha venido a ser la del invierno eterno. Es ya una silueta permanente, la invernal, sin hojas, con tronco y ramas blanquecinos, resecos. Que quiera aguantar todavía algo más?... me temo que cualquier día su orgullo, muerto ya su corazón, caiga al suelo troceado por la motosierra. Su talla? De árbol. Hecho y derecho; eso si, con su tronco cercenado mucho tiempo atrás para que aquella inmensa copa sombreara lo menos posible en la sementera. Seguro que en la memoria de los que van quedando no se han olvidado de su excelente sombra, que su soberbio tronco aguantaba, y que todavía puede contemplarse con una parte, la de sus enormes dimensiones, intacta. Deja junto a él una prole, apenas arbustos ahora, que sombrearán, eso espero, en las chicharreras de las tardes de agosto.
Otro amigo que se ha ido.
Quede aquí constancia de sus excelentes servicios prestados en este humilde homenaje.
Por cierto... fue olmo y no chopo.

No hay comentarios:
Publicar un comentario