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jueves, 1 de mayo de 2014

Embalse de los Órganos y Manantial de Aguas Negras: el nacimiento del río Borosa.





Este detalle del Manantial de Aguas Negras no dará ninguna idea de cómo nace el agua aquí; por eso os cuento algunas cosas. Desde la misma cumbre del Empanadas, a casi 2000 metros de altitud, comienza a abrirse el Arroyo del Infierno, y después de ocho kilómetros de trayecto, a una altitud aproximada de 1250 metros, se abre este agujero en la roca viva por donde sale a la luz el agua. Con las aportaciones de esta surgencia kárstica -filtraciones procedentes de la altiplanicie de Hernán Pelea- y las del Arroyo de Valdeazores comienza su andadura el río Borosa, afluente a su vez del gran río de la Bética: el Guadalquivir. Siempre que he llegado hasta aquí me he bañado en estas aguas, y aviso, no encontrarás aguas más frías que éstas. Se corta la respiración al sumergirnos y no conseguirás adaptarte a tanta frialdad, por lo que no es fácil aguantar metido en las mismas, aunque sólo sean los pies. Dan ganas de cargarse de litros con agua tan fresca, pero... conviene recordar que para salir de aquí quedan unas cuantas horas de andar y lo que es peor, que son de vuelta, así que hay que ser consecuentes pues las fuerzas ya no son las mismas. No obstante no se olvidará jamás este enclave, por tantas y tantas cosas que se van viendo, disfrutando. Y si se quiere cargar algo más, recogiéndolo en tu cámara, que no dará abasto a tanta imagen.

lunes, 28 de abril de 2014

Un cerrojo de piedra para un Parque Natural..., todo un ejemplo.


En las última entradas ya os he enseñado algunas de las formas que se gastan para encerrar a cal y canto a la naturaleza y en ellas a todo bicho viviente que por nacimiento o equivocación han acabado metidas en las jaulas que vienen siendo algunas fincas, privadas o no. Éste, cartel y cerrojo, los encontramos en la barrera del Control de Rambla Seca; ni más ni menos el acceso o salida de la zona con mayor protección del Parque Natural de Sierra de Cazorla, Segura y Las Villas. Todo un ejemplo de esa confianza en el respeto por parte de los visitantes de este espacio protegido. Tan fácil, tan económico, tan práctico; y el cartel claro y conciso, explicando con dos palabras: ANIMALES SUELTOS. Bípedos, cuadrúpedos, reptiles, aves, peces..., todos deambulando libremente por este entorno natural, con educación.

Cruzando por los Llanos de Hernán Pelea. Lo primero: abastecernos de agua potable.

Una vez que terminamos de levantar el campamento, lo primero es hacer acopio de agua hasta que podamos hacerlo directamente de un manantial que nos garantice la ausencia de "microorganismos molestos", de esos que te pueden provocar una cagalera impresionante y que además de deshidratarte te manda "p'a casa" sin remedio. Hombre, no diría yo que beber aquí sea cien por cien seguro, pero ya que es temprano y lleva corriendo el agua toda la noche, a lo mejor los bichillos todavía duermen... Por lo menos no hemos oído todavía a ningún rebaño y algo es algo, las ovejas todavía no se han pasado por aquí esta mañana.


Después toca atravesar sin amparo, con el fresco de la mañana, el páramo de los Llanos. Todavía los campos cultivados -curioso que todavía se empeñen en sembrar por estas alturas-, aparecen verdes, aunque ya los prados amarillean con las altas temperaturas que van secando el ambiente. Ha sido una primavera lluviosa, por tanto el retraso del estío se hace notar.
Y finalmente, encarrilados en el sendero GR-247 que se ha marcado recientemente en el Parque, nos asomamos al valle y a los farallones de la Sierra de la Cabrilla que se despeña por los Poyos de la Carilarga -enfrente- y por donde se abre camino, de agua, osea cauce, el rio Guadalentín. Ya hace rato que por aquí la lluvia debe verter en la cuenca atlántica, aunque queda bastante lejos cuando éstas se mezclen con el agua salada del océano.


viernes, 29 de marzo de 2013

Retorno a Hernán Perea. Pozo con abrevadero. El agua de nuestro futuro.

No son abundantes los puntos de abastecimiento de agua pero resultan suficientes para mantener una abundante cabaña ganadera. Estos pastos se explotan desde tiempo inmemorial y por tanto podemos encontrar múltiples muestras del acondicionamiento de los mismos a los largos veranos en los que puede no caer ni una gota del cielo. Nosotros tuvimos suerte, empezamos la ruta con una tormenta, y aquel frescor pudimos notarlo durante el tiempo en que permanecimos pateando este espacio único. Las horas del mediodía, en que nos pilló andando, los sufrimos con gusto. Buscábamos adentrarnos un poco más en lo que son los Campos de Hernán Perea, y para nosotros, no ha habido otra posibilidad de ir a disfrutarlos que la del verano. Para cuando escribo estas líneas, de madrugada, y en la primavera siguiente, estos mismos Campos están salpicados de innumerables manchas de nieve sin derretir, incontables ventisqueros que acumulan toda la nieve caída en estos meses de abundantes precipitaciones. Con total seguridad la mayor parte del campo de dolinas que salpican el paisaje estarán colmadas de nieve, que poco a poco se infiltra en las entrañas de la tierra y que ahora mismo están reventando los manantiales y multiplicando los caudales de los ríos que llenan nuestros embalses de aquí abajo. Toda nuestra vida, depende en una gran parte de estos espacios y desde aquí comienza el ciclo del agua que garantiza nuestra supervivencia. De nosotros depende que podamos sobrevivir siempre y cuando sepamos valorar el preciado legado natural que tenemos tan cerca. Y no es poco lo que tenemos: la cuna de los ríos Segura, Guardal, Castril, Guadalentín, y como no el río Guadalquivir, la cuna de nuestra civilización.

lunes, 25 de marzo de 2013

Retorno a Hernán Perea. Pinos (Pinus nigra ssp. salzmannii).






Con total rotundidad los verdaderos protagonistas de este espacio tan singular son los árboles, y más en concreto estos pinos, auténticos estandartes del Parque Natural de las Sierras de Cazorla, Segura y Las Villas. Por supuesto el enclave es majestuoso: un paisaje agreste inconmensurable.