lunes, 28 de abril de 2014

Cruzando por los Llanos de Hernán Pelea. Lo primero: abastecernos de agua potable.

Una vez que terminamos de levantar el campamento, lo primero es hacer acopio de agua hasta que podamos hacerlo directamente de un manantial que nos garantice la ausencia de "microorganismos molestos", de esos que te pueden provocar una cagalera impresionante y que además de deshidratarte te manda "p'a casa" sin remedio. Hombre, no diría yo que beber aquí sea cien por cien seguro, pero ya que es temprano y lleva corriendo el agua toda la noche, a lo mejor los bichillos todavía duermen... Por lo menos no hemos oído todavía a ningún rebaño y algo es algo, las ovejas todavía no se han pasado por aquí esta mañana.


Después toca atravesar sin amparo, con el fresco de la mañana, el páramo de los Llanos. Todavía los campos cultivados -curioso que todavía se empeñen en sembrar por estas alturas-, aparecen verdes, aunque ya los prados amarillean con las altas temperaturas que van secando el ambiente. Ha sido una primavera lluviosa, por tanto el retraso del estío se hace notar.
Y finalmente, encarrilados en el sendero GR-247 que se ha marcado recientemente en el Parque, nos asomamos al valle y a los farallones de la Sierra de la Cabrilla que se despeña por los Poyos de la Carilarga -enfrente- y por donde se abre camino, de agua, osea cauce, el rio Guadalentín. Ya hace rato que por aquí la lluvia debe verter en la cuenca atlántica, aunque queda bastante lejos cuando éstas se mezclen con el agua salada del océano.


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