De todas formas, a pesar de los aportes de agua excepcionales por parte del arroyo de Lóbrega, la situación es esta: la sobreexplotación del acuífero. Donde antaño el agua corría y se podían mantener chopos como este -por cierto con un diámetro en el tronco superior a 1 metro- ahora sólo nos queda esta imagen del árbol seco o de llanos interminables en donde no se ve más que las colinas que sobresalen al fondo. Y esto junto al arroyo rejuvenecido después de un invierno excepcional en precipitaciones. Estos aportes inusuales son importantes para reponer el malherido acúmulo de aguas fósiles que subyace bajo esta llanura desprovista de toda vegetación.
En zonas en donde los cultivos hortofrutícolas intensivos cambian el color de la tierra por el verde de sus explotaciones, el espejismo de un nuevo renacer también terminará por arruinar la riqueza de estas tierras ansiosas de un agua abundante en su subsuelo.
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