Antes de salir de casa ya silbaba en la calle Xynthia, con algunas ráfagas que sonaban amenazadoras. Salí a pasear con mi perro buscando el abrigo del vendabal por los olivares, hasta que llegué al borde. Aquí las ramas eran zarandeadas y parecía que de un momento a otro se troncharían con las fortísimas ráfagas racheadas que se colaban entre los viejos troncos. No me decidí a salir de la protección del olivar pues la cosa se ponía chunga por minutos, y con los tirones por volver a casa del perro, estaba asustado con la violencia desatada sobre las ramas, no me quedó otra que volverme para casa para evitar males mayores. Aún me quedé con dos últimas imágenes: unas nubes lenticulares y una nueva luna llena.
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