viernes, 22 de noviembre de 2013

Nevada en el camino del manantial de la Fuente Alta, río Guardal.


 A primera hora de la mañana llegaba hasta las inmediaciones de la Piscifactoría con el coche y lo dejé aquí con la precaución de si nevaba poder salir sin más problemas. Quería llegar a la Fuente Alta esperando que hubiera "reventado". En el camino de subida iba fotografiando el entorno bajo una fina lluvia que no me impedía fotografiar el entorno e incluso utilizar el "efecto seda" cuando algún rápido en el río Guardal me interesaba. Al llegar a la Fuente Alta la fina lluvia se tornaba en nieve, pero sin darle más importancia seguía haciendo fotos. Al volver a salir del manantial y retomar el camino de vuelta, la nieve arreció sobre manera; ya no me resultaba tan fácil llevar al descubierto la cámara y la metí dentro de una bolsa y de ésta salía cuando tenía algún tema interesante. En apenas unos minutos todo estaba blanco, y mis hombros se cubrían de nieve en algunos centímetros. Empecé a acelerar el paso pues la nieve se acumulaba rápidamente; así mismo dejé de fotografiar para no entretenerme demasiado. Empezaba a temer que se me cerrara el camino de tal manera que no pudiera sacar el coche. Al llegar al camino principal, uno de los trabajadores de la Piscifactoria, con un 4x4, se paraba a mi lado y se ofrecía a sacarme de allí. Le insistí en que siguiera adelante [me quedaban unos 300 metros hasta donde tenía el coche aparcado] pero no pensé en que yo no pudiera remontar la última subida. Hice una última foto antes de poner en marcha el coche y después de descubrir los parabrisas bajo la gruesa capa de nieve que ya los cubría por completo. Entrar en las rodadas fue casi un milagro y empecé a avanzar hasta llegar a su altura [menos mal que pensó en que mi coche tendría alguna dificultad con la nieve acumulada y me estaba esperando] y seguir a continuación en dirección al embalse. Conforme avanzábamos, con patinadas de rally y culeando, llegamos a la carretera del pantano. Ya teníamos una capa de más de 10 cms de nieve sobre el asfalto y yo, pegado al 4x4, con las pulsaciones aceleradas, no quería perder rueda por miedo a quedarme atrancado. Al pasar por el cortijo de Mazagrán seguíamos abriendo huella sobre una capa que conforme avanzaban los kilómetros subía de grosor. Al llegar al cruce de la carretera a Castril, la nieve sobre los árboles doblaban sus ramas al borde del colapso, casi con 20 centímetros en el suelo. Desde aquí seguimos avanzando con la misma precaución hasta que pudimos entrar en Huéscar, ya con algo más de "tranquilidad". Llegué a casa con un sofocón de aupa y menos mal que me había encontrado con tan buena compañía, sino aquel día habría tenido que volver andando a casa hasta que alguien hubiera podido llevarme.  Así pasan estas cosas, con unas previsiones de nieve por encima de los 900 metros, me metí en la mismísima boca del lobo... blanco. Aquel día la suerte se puso de mi lado.
Las fotos están ordenadas según se fueron sucediendo las cosas.

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