lunes, 24 de noviembre de 2014

Sierra Seca, una pizca de su enorme riqueza. Cielos infinitos y recuerdos imborrables. Y sexta gota..., de momento.


Aquí al lado, tan cerca de ella, que todos los días desde que vivo aquí no he dejado de contemplar. Muchas veces he podido recorrer tus cumbres, ahora despejadas, con viento huracanado; bajo una cortina de lluvia intensa que me calaba hasta el tuétano; en mitad de una niebla tan espesa como la nata en la que me perdí irremisiblemente; con una gruesa capa de nieve helada sobre la que nadaba que casi me atrapa; en mitad de la noche, acurrucado somnoliento debajo de las ramas de un pino, mientras nevaba y nevaba hasta perder el camino de vuelta; con el termómetro marcando -16º luciendo un refulgente sol; con la nariz tapada por el hielo y el bigote congelado por el aliento dentro de un pasamontañas de cartón piedra; y tantas y tantas aventuras que el recuerdo me trae amable con la compañía de Damián, Juan Carlos, Félix, Juan, Pablo, Rafael Mª, Pedro y Mª José y todos los integrantes del Club de Senderismo Peñón del Toro, del Club Ciclista Huéscar 1925, compañeros del trabajo, conocidos y, por supuesto, con mi hijo Jesús y el recuerdo imborrable de una noche que vinimos a dormir en estas alturas, tan cerca del cielo más estrellado que has visto jamás, y con la espera ansiosa del amanecer con el sol saliendo detrás de La Sagra.

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