miércoles, 19 de noviembre de 2014

Una puntilla para el descabello.

Como si alguien hubiera querido dar la puntilla a este arce hace muchos años, muchos más de los que llevo subiendo a estas cumbres despejadas por los vientos incesantes. La primera vez que encontré esta tremenda puñalada en la cruz de este arce se me revolvían las entrañas y esa misma hoja se me atravesaba en el corazón. Volví para intentar sacarla, pero no pude y hoy os la muestro con la incredulidad de una acción sin explicación posible. El arce, que aparece en la entrada anterior, se mantiene firme en su atalaya, desafiante, aunque doblegado por el ímpetu de las innumerables tormentas soportadas. Y sigue vivo, a pesar de la tremenda estocada, casi treinta años después. Estoy seguro que algún día podré arrancártela.

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