jueves, 16 de marzo de 2006

Bicicleta. HUÉSCAR - ORCE - HUÉSCAR

Ayer tocaba bicicleta. Para esta nueva temporada que recientemente he iniciado me he propuesto coger la bicicleta los lunes, miércoles y viernes, hasta que en los domingos haga etapas más largas y tenga que emplear los lunes como día de descanso. De momento, en estos días me dedicaré a hacer trayectos de un kilometraje corto y medio. Quiero seguir también en la línea de ir reconociendo los parajes que visito en diferentes épocas del año para encontrar los encuadres que luego vaya a recoger con la cámara fotográfica. También quiero continuar haciendo realidad el sueño de mi "gran vuelta". Más adelante te contaré.
He salido, después de comer y tras una "breve siesta de sofá", sobre las cinco de la tarde. Es una hora en que no hace tanta calor y como la ruta no es demasiado larga se hace bastante cómoda sin tener que meter mucha tralla. El trayecto Huéscar - Galera por carretera no ha sido demasiado peligroso. Hay poca circulación. Es preferible circular por el arcén, es lo suficientemente ancho. Por aquí el viento no suele molestar mucho a pesar de que no hay mucha vegetación a un lado y otro de la carretera. Una vez se rebasa el Restaurante El Parador nos encontraremos más protegidos hasta que pasemos debajo del puente que lleva a Riego Nuevo. Dejamos a un lado también el Molino de Morillas y tomamos la desviación hacia Orce por una nueva carretera de reciente asfaltado. Hasta aquí sólo hemos usado las marchas de bajada y llano así que para cambiar el tercio comenzamos con una ligera cuesta que iniciamos sobre el puente nuevo sobre el río Orce. Después todo será más suave y con la tranquilidad de una calzada menos transitada por lo que ya podemos disfrutar del paisaje por el que vamos circulando. Los almendros están florecidos, algo más tardíos que otros años, algunas huertas se están preparando para recibir la nueva planta. El resto de la arboleda, álamos, chopos, salgueras, frutales, olmos, todavía se encuentra paralizada por el invierno. La temperatura en estos días es bastante agradable para circular, aunque no hay que descuidarse con la ropa de abrigo pues en los descensos se nota el fresquito de marzo. Hasta Orce el desnivel es muy ligero por lo que salvo que nos encontraramos con un fuerte viento de levante el trayecto se puede hacer a un buen ritmo, incluso para sudar un poco si nos lo proponemos. Vamos a dejar a un lado el desvío a la Ermita de la Virgen de la Cabeza, Igualmente sobrepasamos el Manantial de Fuencaliente, que no se ve desde la carretera pero que nos lo marca una balsa con agua junto a esta. No está nada mal hacer una breve visita para ver cómo está el área recreativa y reponer de agua nuestro bidón. El rincón merece la pena disfrutarlo con un buen baño. Bien pertrechados, incluso en esta época del año, el agua, que nace entorno a 18º C, está agradable. Lo malo es cuando se sale de ella.
De nuevo en la ruta, con las magníficas vistas de los cortados en forma de órganos que podemos ver hacia el otro lado de la cañada, llegamos a Orce. Podemos hacerlo por la entrada principal para pasar bajo una espléndida encina que hace ya tiempo debería estar mejor tratada. Al final de la subida pasamos bajo las murallas del castillo conocido más por la Alcazaba de Siete Torres, y entramos en la Plaza Nueva donde se encuentra el Ayuntamiento. Merece la pena rodearla para reconocerla, repostar agua en una fuentecilla, ver un cartel que indica la dirección a Granada que poco a poco se hunde en el tronco de de un platanero, las torres-miradores de antiguas casas-palacio y la torre del homenaje del propio castillo. Volvemos a pasar bajo la torre para visitar la placeta y fachada de la Iglesia Parroquial de Santa María. A continuación por un corto callejón salimos al Paseo de los Caños flanqueado por unos inmensos plataneros. Podemos subir hasta la Posada de los Caños y el Palacio de los Segura. En la parte más baja del paseo nos podemos parar en la Fuente de los Caños, repostar agua, descansar bajo otro platanero en asientos de piedra labrada con unas inscripciones de 1.88? La fuente, de cuatro caños, es el lugar perfecto para una parada, reponerse, y disfrutar de su magnífico enclave en el final del paseo.
De nuevo en marcha, calle abajo, pasamos por unos abrevaderos para el ganado y saliendo de la población dejamos la Ermita de San Sebastián a un lado y tomamos el camino asfaltado que en descenso nos lleva al cementerio. Unos metros antes, cruzamos la Cañada de los Vélez, sobre un puentecillo junto al cual nace el río de Orce. El lugar no merece la pena salvo por la surgencia que puede verse desde el mismo camino. No es difícil ver basuras y se nota el abandono por parte del ayuntamiento que bien podría tener en mejores condiciones el nacimiento. Junto a la tapia blanqueada sale el camino sin asfaltar que vamos a seguir y que precisamente, por unos metros, coincide con el sendero GR-7. Seguimos junto a la tapia hasta finalizarla y dejamos los caminos que salen a la derecha hasta un grupo de árboles que crecen enmedio de la Cañada del Salar que cruzamos en este momento. Los árboles son olmos, un pequeño grupo que malvive en un lugar que podría estar mejor cuidado. Con el tiempo, no pasará mucho, y la infame grafiosis, una enfermedad que ha aniquilado los olmos europeos, éstos ejemplares pasarán a mejor vida si nadie lo remedia. Ayer, cuando pasaba bajo sus copas redondeadas quise ver las primeras yemas abriéndose. Es una buena señal pero... ¿hasta cuándo? Después del último tronco, ya seco, dejamos el GR-7 a nuestra izquierda y seguimos unos metros más hasta coger el camino que sale a la izquierda. Primero éste apunta a una colina cercana para luego girar a la derecha e iniciar un suave ascenso en dirección NO hacia Las Yeseras. Conforme subimos las panorámicas se van abriendo hacia la Cañada del Salar que hemos cruzado. Aparecen unos paredones cortados verticalmente sobre una interminable sucesión de estratos blanquecinos. Con estas luces de la tarde los tonos amarillean los cortados y los hacen mucho más bellos, destacándolos aún más del terreno. Los vemos en diferentes planos recortando el cielo de un azul increiblemente brillante. La cuesta se hace en algunos momentos dura y habrá que echar mano del "platillo" para superar las dos rampas primeras, como escalones que hay que ir superando. No suele haber piedra suelta así que cogiendo bien por las roderas se puede ir superando el desnivel sin grandes dificultades. El terreno, que abajo era más oscuro por tener más materia orgánica, se vuelve cada vez más claro, casi blanco, cuando las margas aparecen conforme ascendemos. Por fin tras la definitiva rampa, con piedra suelta, aparecemos sobre el altiplano. La panorámica sobre la Cañada del Salar, hacia el O, se abre plenamente y disfrutamos de una parte de su amplia cuenca. También se ve muy bonito el pueblo. El camino que nos queda se abre con grandes perspectivas sobre las sierras que por todas las direcciones encierran entre sus laderas. Reponemos el líquido que hayamos "sudado" y con un firme en perfectas condiciones nos alejamos de este paraje, siguiendo el camino de la izquierda que justo va bordeando los pequeños tajos. Algo más adelante tomamos el camino que sale a nuestra derecha y que enfila directamente hacia la Sierra de La Sagra que aparece monumental a lo lejos.
A estas horas de la tarde el sol luce justo frente a nosotros, se hace necesario llevar puestas las gafas que en las Yeseras podíamos habernos quitado. Aquí la tierra es de color rojo y hoy precisamente, más fuerte todavía. Hay tractores en los campos y los colores de la tierra recién labrada, su olor penetrante, el contraste con los barbechos o con los primeros brotes recién nacidos de los cereales, se acentúa todavía más. Es especial el olor a tierra mojada que se desprende cuando circulo junto al campo recién labrado. Sopla una ligera brisa del SO, con un sol espléndido y con una temperatura agradable, he preferido bajar un poco el ritmo para disfrutar más de estas sensaciones. Incluso me he parado junto a una antena de telefonía por añadir al conjunto el ligero silbido del aire rozando los cables de acero que sujetan la estructura. Prefiero dejar de lado el impacto visual que supone encontrarse semejante engendro enmedio de un paisaje tan llano pero... es mejor dejar de mirar para no verlo.