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La panorámica, mires para donde mires, es magistral. Da lo mismo. Como el sol está cayendo para esconderse detrás de la Sierra de Empanadas, provoca una sucesión de planos que se corresponden con las siluetas de otras tantas cumbres que se recortan sobre la sombra de la más lejana. Hacia el norte la inmensa pradera de los Prados del Conde, con sus suaves lomas iluminadas en parte, da otra estampa que te paraliza los sentidos. El este con la figura de La Sagra omnipotente. Finalmente, el sur muestra otra cumbre más alta, el Banderín Alto, y algunos ventisqueros que se resguardan junto a los resaltes rocosos de los espolones que se direccionan buscando la arista cimera.
La máquina no para, medir la luz, velocidad, enfocar, disparo y vuelta a empezar. Las fotos se acumulan sin descanso. Es la primera vez que tengo este paisaje a mi alcance en estas horas del atardecer, con la tranquilidad de tener el coche a 10 minutos, y no quiero perder ni un instante. También la foto de cumbre, con toda Sierra Seca de fondo. No tengo tiempo ni de sentarme un instante. Buffff! ... y así hasta llenar la tarjeta.
Llega la hora de volver pero no quiero, me quedan algunas fotos más, cientos de fotos más, miles de fotos más... Siento que se me va una oportunidad única, y me cuesta iniciar el descenso, pero... al fin me doy la vuelta y bajo.
Ya de regreso todavía una parada más. Aquel pino, traspasado con los clavos que sujetan en su tronco una tablilla, aquella sombra, los Peñones del Toro resplandecientes sobre las sombras del Barranco del Tornajuelo, ... Bufffffffffffffffffffffffffffffffffffff...
Volveré. Ya lo creo que volveré.
1 comentario:
me parecen muy bonitas las fotos y también los comentarios te hacen sentirte dentro de la fotografía. Los alumnos de 1º de administrativo
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