


Poco a poco, al cabo de media hora, el ruido de la granizada se confundía con la lluvia y en breve cesaron tanto una como otra, no sin dejar de caer todavía algunos "bólidos" helados más. El suelo aparecía empedrado de blanco aunque no lo cubría todo. Se descongelaban los trozos de hielo pequeños y otros más grandes con el correr del agua no tardaban tampoco en desaparecer. Sin embargo, junto a las paredes, en los recovecos de la acera, el hielo se había amontonado.
Cuando cesó por completo la tormenta empecé a buscar en los montones helados los ejemplares más gruesos que pude encontrar para fotografiarlos. A este momento corresponde la foto de la derecha. La mayoría superaban los 2 centímetros de diámetro y presentaban una forma elíptica y de un blanco níveo. El más grande que pude recuperar aún cuando ya se descongelaba es el que aparece casi transparente en las capas externas, con más de 3 centímetros de grosor.
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